Resignificar: volver a empezar
Recuerdo, la primera vez que escuché el vocablo: era una noche fría de invierno, en Buenos Aires. Me sentía agobiado; no veía que se cumplían las expectativas que me había planteado. Llegué a casa mojado y derrotado, quejándome de mi existencia mientras me freía una hamburguesa, con el típico discurso: «uno quiere progresar pero no lo dejan». Fue justo ahí, cuando Gustavo -mi roomie-, me dijo que debería resignificar mis expectativas, es decir, encontrar un nuevo significado o sentido a la situación. Cambiar el significado de «fracaso», «eres malo», «no sirves», por «aprender para mejorar» o «practicar más».
¿Cuándo resignificar?
Creo que todos hemos pasados por momentos similares al que les acabo de mencionar. En algún momento de nuestras vidas hemos sentido que se cierran las puertas, que se nos acaban las opciones. Es ese el momento oportuno para hacer un alto y ver qué acciones nos han llevado a esa situación; debes mirar hacia atrás, unir puntos para poder trazar objetivos. Solo así podrás ver lo enriquecedor de la experiencia. Podrás plantearte las preguntas «¿qué aprendes?», «¿qué ganas?».
Por ejemplo, ¿qué sucede con las secuelas de un accidente o una enfermedad degenerativa? Nos vemos obligados a cambiar nuestro estilo de vida. Lo mismo ocurre frente a una ruptura u otras situaciones similares. Considero que en esos momentos de desdicha emocional tenemos la oportunidad para resignificar. Para cambiar el rumbo de nuestras vidas.
Rompiendo el molde
Muchas de las expectativas que nos planteamos en la vida son inculcadas en el seno familiar. Son nuestros padres los que nos impulsan a anhelar algo. Pero hay ocasiones en las que el contexto no es el más favorable para edificar expectativas u otras en las que la dura realidad nos obliga a aferramos al pasado, a ideales no cumplidos. Si no resignificamos estamos condenados a vivir una vida insatisfecha, aceptando de forma autómata la realidad que se nos impone.
Si bien es cierto, a temprana edad estamos ligados a depender de otros, pero a medida que crecemos podemos tomar autonomía de nuestras decisiones y dar sentido a nuestro entorno. Les damos un significado a las cosas y desarrollamos creencias, posturas o ideologías, a las cuales también las podemos resignificar viejos con el fin de evitar ser objeto de frustraciones o somatizaciones. Resignificar te ayuda a desarrollar una visión optimista de la vida.
Reordenando la casa
Es importante estar atento y ver qué rumbo toman las cosas, para en base a eso diseñar tu estrategia de resignificación. Reordenar la casa.
El primer paso es enfocarte en tu presente, descarta tu pasado (las rumiaciones, o arrepentimientos) y olvídate del futuro (expectativas o anhelos).
Para después, proceder a evaluar la situación desde afuera; hacer un balance general de ese momento con sus pros y contras. Es recomendable hacerlo desde afuera para aminorar la carga emocional (que es la que “nos bloquea”) sobre todo si hay otra persona involucrada. Por lo general, las personas solemos buscar culpables y siempre queremos tener la razón.
El tercer paso y más importante es considerar cómo llega ese momento a tu vida, ¿cuál es el mensaje? ¿cuál es la prueba? ¿QUÉ DEBES APRENDER?
Para finalizar
El cambio nos impulsa a resignificar nuestra percepción de las cosas para poder entenderlo. Justo frente a una crisis, solemos descubrir fortalezas ocultas que han estado latentes en nosotros.
Somos los protagonistas de nuestras vidas y nosotros decidimos qué realidad queremos crear. Si deseas que te asistamos en el proceso de cambio, contáctanos.